La situación actual generada por la pandemia del Coronavirus o Covid-19 desnudó una situación que creíamos avanzada en cierto sentido.
La educación virtual que hace más de diez años fue bandera de gobierno y un ejemplo de modernidad realmente no caló en gran parte del sistema educativo de muchos países, bien sea por limitaciones geográficas, por las grandes desigualdades económicas y sociales o por la falta de actualización de la mayoría de los docentes.
En este último punto hay un grado de responsabilidad, y lo debemos admitir. Ser virtuales no se reduce a disponer documentos en PDF o solicitar ingentes cantidades de imágenes o videos que demuestren algún nivel de apropiación cognitiva.
Dar un paso en el camino correcto es entender para qué sirven las millones de herramientas con las que podemos contar para estimular el aprendizaje, la creatividad y la conciencia crítica.
Nuestro contexto nos exige ser aún más listos para fomentar el networking entre los alumnos con proyectos estimulantes, que de paso alivien el estrés de los padres que tampoco estaban preparados para ser también educadores de sus hijos en casa.
El sentido pedagógico de una clase virtual trasciende la herramienta para orientar a los alumnos en que encuentren la justificación de lo que van descubriendo, su interpretación y la estimulación de nuevas ideas.
Me gustaría compartir con ustedes mi experiencia como docente, que he recorrido buena parte del país compartiendo mi propia vivencia para hacer de las clases un encuentro que permita disipar dudas, a la vez que cumpla con su labor formativa.
La virtualidad tampoco reduce la enseñanza de valores y sentires humanos. Eso no lo podemos descuidar y es posible hacerlo a través de los medios con los que contamos.
Si desean contactarme y compartirme su experiencia solo basta con contactarme. Juntos encontraremos soluciones ante los tiempos que corren.
Escríbeme a juanchopara@gmail.com con tu nombre, ciudad y área del conocimiento que impartes. Será un placer colaborarte.
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